En el banco más clandestino.
Contemplar los árboles que tiemblan
Y me miran. Me gusta aislarme de todo un poco,
Acercarme a mí misma, prudente y porfiada
Y prestar oídos al lenguaje de los árboles y arbustos.
Me gusta quedarme casi traspuesta,
Absorta en la inmortal memoria de la rosa.
Sentirme vencida por la verde sombra
Que se desvía dejando un rastro de luz
Por entre las horas, que enmudecen
Lentas haciendo la tarde más hermosa.
Me gusta sentarme en los parques,
Dejar mi ánimo amparado entre las flores silvestres,
En medio del atardecer y del exilio del reposo
Y entregarme al pensamiento y la creencia,
Mientras una fuente me mira incrédula
Y un aire fresco me trae el eco de tu voz
Que me muerde a escondidas la entraña.
Me gusta sentarme en los parques,
Cuando la tarde me reclama
Y a gritos menciona tu nombre.
Me gusta sentarme en los parques,
Cuando al caer la noche la magia se estrecha.
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