Aunque hemos tenido una temporada sin actividad, por cuestiones técnicas y administrativas, estamos de nuevo en marcha.
Esperamos vuestros textos en las condiciones que se indican.
Gracias a todos los miembros de Netwriters

sábado, 9 de abril de 2011

-LA VENTANA- POR SANTIAGO SOLANO

— Doctor, mire usted el efecto de sus pastillas en mí. Me trastornan, me entristecen, me enfadan, me desconciertan. Si las tomo, sólo escucho la voz de esta niña. Y, la verdad, no me agrada en absoluto lo que cuenta. Yo soy una persona de orden, muy próxima a ese Patriarca, supongo. Tengo mi hacienda y mi vida dentro de una muralla de coherencias. Asumo mis obligaciones como patrón. No quiero escuchar palabras como éstas, palabras que vienen del fondo del abismo de la miseria humana. Déjeme usted volver a mi patria, a mi casa, con mi chófer y mi Ama. Doctor, yo no soy esta anciana agonizante, esta persona enferma que usted imagina. Apenas si me reconozco. Sus medicamentos me adelgazan, se comen mis energías físicas; mis recuerdos también. Antes de caer en sus manos yo daba todos los días un paseíto por el jardín, oía los trinos de los pájaros, el viento cardándole las hojas a los árboles, el relincho del caballo en el establo. Volvía a casa, me sentaba a mi mesa camilla y veía el mundo, un mundo de certezas; no esto, no esta guerra, no la vida de esta niña, de esta pobre niña, diría yo. Doctor, no quiero saber qué le ocurre al sacerdote porque me lo imagino; y lo que veo no es precisamente algo enternecedor. No me importa lo que pasara esa noche, ni nada de lo que ocurriera a continuación. No puedo escuchar más. Déjeme ir. Estoy cansada. No sé qué hora es. ¿Qué hora es? La luz del otro lado de la ventana llega blanca, sin sombras. No hay nada, sólo ese espacio vacío, sin aire incluso. Por eso no puedo respirar. Porque no entra aire por la ventana. Eso es, la ventana es sólo un vano abierto a la luz. Doctor, llévese usted también el ordenador. Ya no quiero garabatear más. Ya no quiero jugar a ser Dios, a ser escritor. Ser escritor es saltar a lo imposible. Y lo imposible es precisamente eso, lo no posible. No quiero vivir en un mundo como éste. Doctor, no todos somos iguales, usted lo sabe bien, no todos deben tener los mismos derechos. No es lo mismo un asesino que un juez. Estoy cansada. Echo de menos mi ventana. Por ella entraban los otros, mis amigos. Sabe, la ventana, para una persona mayor, es más que un vano abierto a la luz.


Santiago Solano

3 comentarios:

  1. Maravilloso relato, Santiago.
    No dejes de escribir nunca,siempre es un placer leerte, de la misma manera que leo al maestro Chejov.

    ResponderEliminar
  2. No podía haberse inaugurado este espacio de textos de un modo mejor. Santiago Solano Grande es uno de los mejores escritores actuales, además de un pionero fundamental de la escritura en red. Sus obra narrativa y poética, que conozco bien, forma una parte importante de mis libros de cabecera. Este texto es una muestra clara de su nivel de escritor. Pasará el tiempo y quedará como un hito que haya sido el primer texto de este nuevo espacio Netwriters.

    ResponderEliminar
  3. A veces deberíamos mirarmos o buscar la luz que nos hace falta en nuestras propias ventanas...

    Saludos.

    ResponderEliminar

El autor de este texto agradece sus palabras.