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miércoles, 23 de noviembre de 2011

— EL SALTO — POR RAÚL ORTIZ TORO

A propósito de las lluvias, que no piensan amainar sobre la Sabana de Bogotá, y tienen gran parte de ella inundada, me ha venido a la memoria el plurisecular llamado a Bochica, por parte de nuestros ancestros, para desaguar el mundo.

En el principio el Caos se deslizaba por entre las falanges de los dioses y no eran un ejército de sombras ni de muerte sino de ausencia de la luz primera. Copas rotas y vasos de cristal ya descompuestos en las fiestas de antiguas libaciones, que aún quedaban en las mantas de cristal que, unidas, formaron el tiempo por donde los dioses andan.

Bachué, recibiendo del maíz la semilla, formó en su vientre al Muyska y nacieron los hombres de pómulos, de quijadas y de ojos sin más alas que las del espíritu, que no vuelan como las aves de Chiminigagua que van repartiendo la luz según la indicación de la aurora pero que pueden seguir el curso de su vuelo allende los cerros que criaron los ríos y las laderas.

Los hijos del Maíz, obnubilados por el aroma de la carne, que no tenían idea de que existiera, permiten que prorrumpa la liberalidad del juicio. Se enfurecen los dioses idos a la lontananza del silencio y los venidos al control de la sublevación del espíritu. Huitaca ampara su inocencia en la justicia y deja ver el ardor de su entrepierna brindada al desfalco de una noche divina, horadada su humanidad superuránica por los trogloditas de siglos. Y ahora, que quiere compartir las mieles con los hijos del apenas descubierto deseo, Chibchacún, que no pudo robarle un beso, atenta furibundo con el agua a las costillas repartida a borbotones.

Mece el imberbe costado de sus axilas y crea olas donde las sementeras cumplían con el recién creado oficio de la labranza. Y las indias empiezan a parir hijos con algas y los hombres madrugan a sacudir sus escamas hasta que un coro de ayes, que reclama retaliación, saca de su escondite a Bochica, donde dormía el sueño de la indiferencia – como los verdaderos dioses –, en su árido tálamo de imaginación, viendo pasar ante sus ojos los macrosegundos, absorto en pensamientos seculares de cuando no sea eterno.

Camina quedo por entre los cerros y cuando consiente que ya es hora de pernoctar destapa el sifón del mundo rompiendo el cáliz que lo contiene y el crujir de rocas enfurece los abajos que inundados de gritos anegan los sueños de los de arriba.

Hasta que el mundo al revés…

rotoro30@colombia.com

1 comentario:

El autor de este texto agradece sus palabras.